EL CORREO
miércoles, mayo 19, 2004
 
Beneficios de la búsqueda de la verdad
Extracto de una charla publicada en la revista "Filosofía por ingenieros", nro. 1.
(Al respecto de la mencionada publicación, dijo un filósofo de renombre: "No es de muy buena calidad filosófica, como esperábamos." Y dijo el ingeniero editor: "No es de muy buena calidad filosófica, como temíamos.")


La búsqueda de la verdad.
Algo tan pasado de moda hoy, como no sea que estemos hablando de un juicio o una investigación policial... ¿Eh? ¿Cómo? ¡Ah, sí! O cuando hablamos de religión... ¿Cuándo?

Creo que hay cosas que son verdad para todas las personas, no importa qué religión profese, de qué raza sea, qué edad o cultura tenga. No importa si se la llama ley natural, principios de conducta y convivencia, o como sea.

Se me ocurren algunas verdades, por ejemplo: ninguna persona de por sí vale más que otra, nadie tiene el derecho de quitarle a otra persona la vida, o de quitarle objetos de su pertenencia, etc. No entremos en cuestiones particulares: existen muchas y distintas circunstancias que atenuan o aumentan la responsabilidad de las personas frente a los distintos hechos, o sucede que las cosas "de hecho" se dan contrapuestas a la verdad ("redundantita" la frase), pero las verdades fundamentales siguen vigentes.

La búsqueda de la verdad, como acto o disposición a acercarse a la verdad última de los hechos y las cosas, implica mucho compromiso y valentía, pero brinda muchos beneficios. Me gustaría enumerar algunos.

Uno. A al hora de discutir de innumerables temas, tendríamos que primero ver si coincidimos en nuestros supuestos. Por ejemplo, en estos días se discute sobre la legalización del aborto. Charlando, intercambiando e-mails con varias personas, leyendo cartas, me doy cuenta que la discusión fracasa porque hay presupuestos de ambas partes que no coinciden y no se discuten antes. Por ejemplo: no se habla sobre la cuestión del embrión como vida humana, con lo cual varía mucho la percepción de una y otra parte acerca de lo que el acto de abortar es. Más aún, si en ambas partes se acepta que el embrión es una vida humana, una de las partes puede desmerecer esto en pos de derechos de la madre. Pero entonces, ¿no sería más facil ponerse a buscar una verdad superior, una cuestión anterior? No hace falta buscar riñas por ideas religiosas no compartidas o ideologías distintas. Si sabemos que la vida de dos personas tiene el mismo valor, que ninguna persona está autorizada para quitar la vida a otra, en nombre de ningún derecho, ¿no se reduce mucho el campo de la discusión o, mejor aún, se ubica en un contexto más adecuado?

Dos. Si sabemos que hay verdades que todas las personas pueden aceptar sin atentar contra su conciencia y son verdad siempre (tristemente hoy en día se llama verdad al interés que vence en una lucha de intereses), si sabemos acerca de aquellas verdades, decía, buscaríamos y ansiaríamos encontrar ese que sería el único punto en que todos podríamos coincidir. Sería un punto de partida para lograr una mejor sociedad (por no decir "un mundo mejor", que hoy en día es una frase desgastada, ¡qué pena!). Todos intentaríamos saber dejar de lado nuestros intereses personales, ya que todos buscaríamos la verdad, concepto inseparablemente ligado, en una conciencia limpia, al concepto de lo bueno.

Tres. Para un periódico o medio de comunicación, sería más realista pretender buscar la verdad que pretender ser objetivo. Todos tenemos distinta percepción de los hechos y quizás necesitemos más de un instante para comprender las cosas. De ahí que pretender que la descripción de un hecho (ni que hablar de la investigación de los motivos o fines) sea objetivo, me parece que es una actitud casi "irrealista". Mientras que la búsqueda de la verdad requiere de valentía y en el mismo esfuerzo realizado ya hay un aprendizaje, una recompensa.

Cuatro. En esta época de tantos conocimientos específicos, tantas especialidades y tantas dificultades para un saber general, completo, la búsqueda de la verdad se presenta como uno de los pilares de la integración del saber. Hoy en día hasta se estudia y se enseña a argumentar o redactar. Y gracias a que de un saber tan particular se hace un gran estudio, nos olvidamos de ver qué fines perseguimos al argumentar o redactar. Podemos lograr un "producto" muy agradable, muy entretenido. Más lo dañino es cuando empezamos a construir cosas serias sobre esas argumentaciones, argumentaciones de estilo perfecto, pero vacías, cargadas de un interés sólo sectorial o en definitiva, que no se ajustan a verdades escenciales. Es así como podemos llegar a conclusiones de una "perfecta lógica" (pero "inhumana lógica"), faltas de verdad. Recuerdo ahora, en el campo del derecho, engendros como el de poder considerar "daño el haber nacido" o "irresponsabilidad médica el haber dejado nacer".

Y hay sin duda muchísimos más beneficios de la búsqueda de la verdad. El lector que fue capaz de llegar hasta acá, quizás ya tenga alguno en mente.

Hay un dicho, de autor que no conozco, que dice: "Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado". Yo me animo a agregar: cree en los que dicen que la han encontrado, pero la siguen buscando. Porque "saben dónde está", pero les resulta difícil adherir a ella con toda la inteligencia y toda la voluntad.


Algún lector que mandó una carta a la revista, dijo que el autor del citado artículo descansaba mucho en el supuesto de la buena fe de las personas. Que en las discusiones, a las personas las guían sus intereses personales y que la frase "Todos intentaríamos saber dejar de lado nuestros intereses personales" le hizo "reír por lo ingenua". El autor ha respondido tiempo después que "si estamos hablando entre, y acerca de personas que buscan lo mejor de las cosas (mejor país, mejor sociedad, etc.), debemos necesariamente suponer buena fe". Y que "si queremos que las cosas vayan mejor, no debemos conformarnos tan orgullosamente con ser sabios acerca de las debilidades humanas, para luego resignarnos, sino que debemos creer que existe una realidad tan importante como lo-que-somos, y ella es: lo-que-deseamos-ser".

Por otro lado, El Correo quisiera agregar que la citada disertación sobre "beneficios" evidencia su caracter ingenieril, mediante, precisamente, el método de la búsqueda de beneficios. Y que esto no debe hacernos olvidar que la verdad es un fin en si misma (¿no es así?). O sea, que la verdad no necesita de utilidades para justificarse. Aunque no le quitamos valor a lo expuesto y reconocemos que lo que el autor nombra como beneficios no son meramente utilidades, sino que son descripciones de la misma "bondad" de la verdad.


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