EL CORREO
lunes, julio 26, 2004
 
La miseria de no amarte
El Correo encontró tirada en la vía pública una gacetilla de autor anónimo.
Se trataba de una hoja arrugada de papel barato, bastante absorbente, color rosado claro casi transparente, con letras de tinta azul oscuro, bastante absorbidas. Como no se encontró nada referido a objeciones para su publicación, la transcribimos integra a continuación.


¡Mirá lo que van a hacer los del gobierno!
- Bah, van a fracasar...

No seas malo.
- No soy malo, soy realista.

No me digas: "soy realista".
El verdadero realista respeta la realidad.
Mi ilusión es real. Si la matás, no sos realista.
Realista es el que admite la realidad.
Admite por lo tanto también que hay ilusiones.
Y si se toma en serio la vida, se debe tomar en serio a las ilusiones.

Y las ilusiones son querer estar mejor.
Y si dejamos de tomarnos en serio a las ilusiones es porque dejamos de tomar en serio el querer estar mejor.
Y si no queremos estar mejor, nunca estaremos mejor.
¿Y si queremos estar mejor, lo estaremos?
Si queremos estar mejor, hay más posibilidades de estarlo.
Si queremos estar mejor, de hecho ya estamos mejor, porque en el sólo intento está la felicidad.

Quizás algo de todo lo que dije quería decir la frase que me encontré ayer, en el blog Fotos del Apocalipsis: "Sólo hay una tristeza: la de no ser santos". De León Bloy.

Si queremos estar mejor, de hecho ya estamos mejor, porque en el sólo intento está la felicidad, dije.

Y nos damos cuenta recién cuando dejamos de intentar.
Cuando dejamos de intentar nos damos cuenta que empezamos a "ir para atrás", a estar "menos mejor".
No podemos decir: "hasta acá llegué", como decir: "seré bueno en un 80%". Si no sigo avanzando, retrocedo.
Quizás no nos demos cuenta enseguida, pero si leemos atentamente la realidad lo empezaremos a ver.
Si hacemos el mal, no es fácil estancarse en un nivel del mismo, o sea, no es fácil cumplir una premisa como: "haré este poco de mal solamente", porque el mal arrastra a más mal. Por el contrario, sí que es fácil estancarse en un nivel de bien, porque parece que estamos quietos (pero lentamente el mal empieza a tirar).

Eso entendí yo cuando leí: "Los hombres han podido establecer una especie de nivel para el bien. Pero ¿quién ha sido capaz de establecer el nivel del mal?". El Padre Brown, creación de G. K. Chesterton, le hablaba así al todavía delincuente Flambeau en el relato Las estrellas errantes, del libro La inocencia del Padre Brown.

Y ahora entiendo algo más. Es inestable ese "nivel de bien". Hay que hacer el bien. Y hacer el bien es hacer un bien tras otro. Necesariamente. Si no se transforma en: "dejar de hacer el bien".
Hay que proponerse cada día, a cada rato, hacer el bien, más que no hacer mal. Quedarnos solamente en "no hacer mal" es engañarse, es quizás elegir algunos males a evitar, para no ver otros.

No hacer el bien es estancarse. Y luego ir para atrás, o a la deriva, hacia dónde lleve el viento o la corriente. Y no nos llevará el viento que "sopla donde quiere" (Jn. 3, 8), el Espíritu, sino el "río de la costumbre humana", como lo llama San Agustín en las Confesiones. "¿Quién hay que te resista?" Libro primero, capítulo 16.

Responderemos que los vivos. Los vivos serán los que resistan esa corriente. "Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, sólo algo vivo puede ir contracorriente", dice G. K. Chesterton en El hombre eterno. Los vivos son los que intentan ser mejores, desafían al realismo (disfraz del pesimismo), lo desafían en ellos y en los demás, creyendo en ellos y creyendo en los demás y sus posibilidades de ser mejores. Los vivos no lo son gracias a sus fuerzas; son vivos porque tienen una Vida que los anima. Nacieron "de agua y de Espíritu" (Jn. 3, 5).

Es común que hoy en día te desanimen, en nombre del realismo.
El pesimismo (y el escepticismo) hoy muchas veces son llamados realismo.
El pesimismo se refiere al futuro. Por lo tanto, no hablemos de realismo respecto de algo que aún no se hizo realidad.
La realidad del futuro la hacemos hoy, pero no con realismo, no tendría sentido.
La realidad del futuro la hacemos hoy, con optimismo o con pesimismo.

Si 100 veces salió mal, podemos adivinar que volverá a salir mal.
Pero no se trata de adivinar. Se adivina algo que no depende de uno. El futuro depende de uno, por lo tanto, estimar que volverá a salir mal es ya decidirse a hacerlo mal, es querer que salga mal, es no importarme como salga. Es en definitiva actuar (acción u omisión) para la creación del futuro, y actuar para un mal futuro.

Quizás haya otra raíz en este conflicto. Y es el pensamiento de que el futuro no depende de uno.
En muchas cosas pensamos que nuestra intervención es nula. Pero no nos damos cuenta de que, "en realidad", estamos influyendo mucho. Si creo que algo que va a hacer el otro está condenado al fracaso, puedo, con mis expresiones y demostraciones, contagiar el pesimismo, pudiendo incluso el contagio llegar a los mismos actores, influyendo en su desánimo y futuro fracaso. Tanto en el caso de un amigo que ve que no confío en él, como (podría ser) en el caso de un gobierno que percibe una opinión pública demasiado agresiva en su contra.


Tiene que ver con todo lo que dije lo que expresó San Agustín en sus Confesiones cuando escribió: "¿Y qué soy yo para ti para que me mandes que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma de no amarte?" Confesiones, Libro primero, Capítulo 5.

¿Acaso es pequeña la miseria de no amarte, la miseria de no ser santos, la miseria de no querer ser mejores? Esa miseria nos habla mejor que cualquier razonamiento acerca de la necesidad y de la importancia de querer estar mejor, de querer ser mejores.



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