EL CORREO
jueves, agosto 26, 2004
 
Da lo que mandas...
10/08/04
"No hay prueba de que la religión sea mala para el mundo: nunca nadie ha cumplido con absoluta fidelidad lo que Dios propuso. Conclusión: intentarlo, es la solución que todavía no probamos".

- Es imposible cumplirlo.
- Vaya novedad.
- Y bueno, así como es imposible que el hombre construya con la ciencia u otra herramienta, pero sin Dios, un mundo perfecto, también es imposible cumplir con lo que manda Dios.
- Pero hay una diferencia.
- ¿Cuál?
- Los dos son imposibles para el hombre.
- ¿Entonces?
- Pero una es posible para Dios. Que vos hagas lo que dice Dios es posible, él lo puede hacer en vos.
- Verso.
- No es verso. Pero para saberlo debés probar. Ya al intentarlo irás descubriendo la paz interior, ese anticipo de la perfección que buscamos para el mundo y nos es imposible.

Resumamos: dos imposibles, pero imposibles para el hombre. Y qué más querés: ¡no hay nada que hacer! Dios lo hace.
Suena raro, ¿no? La alegría del vago, parece. Una falta de responsabilidad total. ¿Cómo que nada que hacer? ¿No era que a Dios rezando y con el mazo dando? Sí, sí, pero pongámonos en otro plano. Dios te pide: amá a tus enemigos, perdoná siempre, sé perfecto. Y eso, eso, es imposible para nosotros. ¿Entonces para qué lo pide? Para que te entregues en sus manos, y dejes que lo haga él, y veas que no todo está nuestras manos. Para hacernos humildes, pequeños. Y que si pretendemos ser grandes y autosuficientes nos frustremos y lloremos por nuestra debilidad. Y finalmente humildes, pequeños, como niños, podamos entrar al Reino.

¡Y a trabajar!, que hay que ganarse el pan, y hay que esforzarse, porque amar a Dios y a los demás implica sacrificio. Si me asusta eso de que "no hay nada qué hacer", porque soy un tipo responsable, debo pensar que mi esfuerzo y dedicación a ser buen cristiano es también el esfuerzo por darle el lugar a Dios, el esfuerzo por dejar que él haga, el esfuerzo por pensar que no puedo hacerlo todo. Hay recetas para mejorar cosas: recetas y métodos para adelgazar o para mejorar en la oración, para sacar músculos o para ser buen cónyuge, pero no hay nada como la oración sincera que dice: no puedo, lo pongo en tus manos, dame fuerza. (Por supuesto que en diálogo con Dios quizás Él nos diga: "mirá, es en vano que saques músculos, ya estás bien fortachón; en cuanto a lo de ser buen cónyuge, en eso sí te voy a dar fuerzas").

Hay trabajo, hay sacrificios, hay responsabilidades, y ahí debemos dar con el mazo. Cuesta levantarse a la mañana para ir a trabajar. Dios no va a venir, tocar con su mano, sacarnos el sueño, vestirnos y ponernos en colectivo o manejarnos el auto en el tráfico. No es eso. Pero si me cuesta levantarme, es porque el día no me ofrece perspectivas (que somos futurizos, diría Julián Marías). Y ahí debo entonces revisar con Dios qué es lo que estoy haciendo.

Y me quedé pensando en la frase: "a Dios rezando y con el mazo dando". Quizás nos pueda inducir a un error. Quizás las dos acciones propuestas: rezar y dar con el mazo, no sean alternativas en cuanto al tiempo, quizás no sean excluyentes en cuanto al momento en que se ejecutan. Quizás estén íntimamente unidas en cuanto su realización. Creo que la frase no significa o no debería significar algo como: "en la vida hay que rezar y hay que trabajar", como dos cosas aparte. Al trabajar hay que rezar, ponerse en manos de Dios, reconocerme débil, imperfecto, necesitado de ayuda. Necesitado de ayuda aún en lo que hago siempre, eso que me sale de taquito. Porque eso que hago no está formado sólo por lo que es su componente de habilidad práctica, sino que también tiene fines, es también un servicio a los demás, es susceptible de ser analizado en cuanto a "si me gusta aún lo que hago o ya no tanto", etc. Y para ver todas esas cosas sin duda que necesito la ayuda de Dios.

Sí, quizás la frase era para esos que se quedaban rezando esperando que todo se solucione, y no movían un dedo. En cierta forma está bien. Pero ojo. Sólo eso. No pasarse del otro lado y "pecar de responsable", que es quien piensa que a fuerza de voluntad puede hacer todo: comprar un auto, aprobar un examen, ser puntual, ser buen esposo o ser buen cristiano. Si mi voluntad es fuerte, me alegro, pero también temo, no sea que me crea capaz de todo. Porque al hablar con Dios, le diré: "mirá, con mi voluntad cumpliré todos tus mandatos, soy fuerte". Y él me mirará, compadecido ya de mí. Y qué sé yo... me hará creer que puedo arreglar el mundo; me hará pensar, engañado por mis virtudes, que a fuerza de hacer todo bien podríamos tener un mundo mejor (un mundo de personas supervoluntariosas), para luego desengañarme con el tiempo. O si no, si no me deja que me engañe así, es probable que me presente, por el contrario, pruebas difíciles de superar, frente a las cuales y con mi fracaso, veré que no puedo todo.

23/08/04
Como sucedió también unos posts atrás, después de escrito todo el texto dimos ¿por casualidad? con una frase que resumía la idea. En este caso, desde las Confesiones de San Agustín, libro décimo, capítulo 31. Sin duda recordando al apóstol Pablo, a quién tenía mucho afecto, expresa: "Ni aún aquel a quien, diciendo tales cosas bajo el soplo de tu divina inspiración, amé en extremo pudo algo por sí, porque era también polvo. Todo lo puedo –dice– en aquel que me conforta. Confórtame, pues, para que pueda; da lo que mandas y manda lo que quieras. Confiesa éste haberlo recibido todo, y de lo que se gloría se gloría en el Señor ( 1 Co 1,31)".

Comments: Publicar un comentario

<< Home

Powered by Blogger